La inteligencia artificial es una herramienta eficaz para analizar información y comparar opciones, pero según los especialistas advierten que no debe considerarse un reemplazo del asesoramiento financiero profesional.
Para utilizarla con riesgos controlados, es fundamental formular preguntas precisas en tres niveles —contexto, objetivo y formato— y entenderla como un “punto de partida” en la investigación, un insumo preliminar que requiere siempre la validación de especialistas.
La inteligencia artificial (IA) se ha consolidado como una herramienta fundamental en diversos sectores, incluido el de las inversiones. Su capacidad para analizar grandes volúmenes de información genera nuevas oportunidades, aunque también despierta inquietudes sobre su fiabilidad y los riesgos que implica. El Fondo Monetario Internacional advierte, por ejemplo, sobre la posible incertidumbre en los mercados y una mayor exposición a ciberataques.
Frente a la pregunta de si es confiable dejar las decisiones financieras en manos de un modelo de IA, la respuesta es clara: es un poderoso aliado para aprender y analizar, pero nunca debe sustituir la asesoría profesional y experta al momento de invertir.
“Vemos la IA como una herramienta extraordinaria para democratizar la educación financiera y empoderar a las personas. Funciona como un analista personal que organiza información, explica conceptos complejos y compara alternativas. Sin embargo, no conoce de forma integral el contexto, los sueños ni las metas de un inversionista. Nuestro rol como expertos es integrar estas tecnologías para que cada persona llegue mejor informada a la conversación con su asesor. La tecnología procesa los datos, pero el asesor entiende a la persona. Esa conexión es, y seguirá siendo, humana e irremplazable”, afirma Andrés Manrique, vicepresidente de riesgos en Skandia Colombia.
Cómo aprovechar la IA sin perder el criterio financiero
En línea con su compromiso de cerrar la brecha de conocimiento financiero en Colombia, Skandia identifica el mayor valor de la IA en la educación: desde explicar indicadores clave hasta comparar fondos, ETFs o estrategias de ahorro. También es útil para plantear escenarios hipotéticos sencillos o resumir investigaciones complejas en un lenguaje accesible. Para aprovecharla correctamente, la clave está en cómo se pregunta.
Una instrucción vaga como “Tengo 50 millones, ¿dónde los invierto?” es ineficaz y riesgosa. Un planteamiento adecuado debe incluir tres capas: contexto del inversionista, objetivo o plazo, y el formato de respuesta esperado. Por ejemplo: “Tengo un perfil de riesgo conservador, quiero ahorrar a 5 años para la universidad de mis hijos y puedo aportar 2 millones mensuales. ¿Cuáles son las diferencias entre un CDT, un fondo de pensiones voluntarias y los TES a corto plazo? Por favor, crea un cuadro comparativo con pros y contras”.
La compañía recomienda utilizar la inteligencia artificial con distintos niveles de confianza: alto cuando se emplea para educación financiera, medio al comparar opciones generales y bajo en casos que impliquen recomendaciones o decisiones de inversión. En ese sentido, la IA debe entenderse como un punto de partida que requiere verificación por parte de asesores financieros, entidades reguladas y fuentes oficiales.
Asimismo, resulta esencial proteger los datos personales. Skandia aconseja no compartir información sensible —como ingresos, patrimonio o contraseñas— y mantenerse atento ante posibles fraudes que utilicen la IA como fachada, especialmente aquellos que prometen rentabilidades garantizadas o solicitan transferencias a cuentas particulares.
“La IA es una herramienta poderosa para que las personas estén mejor informadas y tomen decisiones más conscientes, sin embargo, en la construcción de un futuro financiero sólido, la última palabra siempre la tendrá la asesoría experta, la regulación y el criterio informado del propio inversionista”, precisa Manrique.
En suma, la inteligencia artificial puede potenciar la educación y las decisiones financieras, siempre que se use con criterio y acompañamiento experto. La tecnología aporta datos; el asesor, comprensión humana. Juntas, pueden construir un futuro financiero más informado y responsable.
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